Por Pedro Halçartégaray, asesor y viverista de castaños
El castaño llegó a Chile en el bolsillo de los inmigrantes europeos. Tanto españoles, franceses e italianos otorgaban un gran valor a esa especie como alimento, pero también por su sombra y su valor ornamental. De esa forma plantaban sus semillas siempre cerca de sus casas como podemos apreciar en muchas zonas del país donde encontramos grandes castaños de más de 100 años al costado de una casa o donde hubo una.
Pero esos castaños originales fueron siempre en Chile propagados por semilla, sin injertación. Eso significa que cada nuevo árbol va a ser genéticamente distinto al que lo originó, dando como resultado miles de variedades diferentes que nunca conservaron las características beneficiosas de sus ancestros. Por esa razón, los castaños que había en Chile hasta hace 30 años no producían castañas de calidad desde un punto de vista comercial.
Efectivamente, la gran mayoría de las castañas que se producían no cumplían con los dos parámetros más valiosos comercialmente, que son la ausencia de penetraciones y tabiques de piel en la pulpa y la facilidad de pelado de la piel interna.
Pero en la década de 1990 el INIA Quilamapu pudo importar un grupo de variedades desde Italia, que incluía varias variedades de marrones además de algunos híbridos eurojaponeses y también algunas variedades de castaño japonés.
Los marrones son estas castañas especiales (para diferenciarlas de las castañas corrientes), que entre otras características son de poca tabicación y mejor facilidad de pelado.
En la década de 2000 Vivero Austral tuvo acceso a algunas de estas variedades, las que procedió a propagar y evaluar. Además, comprendiendo que el sistema tradicional de producción que se usaba en el hemisferio norte no era viable actualmente, se comenzó a trabajar en un sistema de producción intensivo con una densidad de plantación muy superior a lo tradicional.
Para comprender esto, se debe saber que cuando se deja crecer libremente un castaño a plena luz, este se va a desarrollar en una forma globosa, con grandes ramas basales que lo llevarán a terminar con un diámetro superior a los 12 o 15 metros. Esto obliga a plantarlo a grandes distancias (15-18 m) para evitar el grave problema de sombreamiento y falta de luz que termina por disminuir violentamente el potencial productivo. Una plantación a esa distancia demora al menos 15 a 20 años en llenar el espacio, es decir en alcanzar la plena producción. Eso lo hace inviable actualmente.
Por ese motivo, Vivero Austral comenzó en 2002 a trabajar en la implementación de un sistema productivo en alta densidad (7 x5 m) lo que obliga a cambiar la forma, la estructura y la distribución de la madera frutal para poder disminuir la distancia de plantación sin caer en el problema de mala iluminación.
Esa tarea no ha sido fácil principalmente por el exceso de vigor que complica la formación de la estructura apropiada para este sistema. Efectivamente, debemos cambiar la dominancia basal que genera grandes ramas madres por una dominancia apical que permita armar una estructura en eje central sin ramas madres, sólo con la madera frutal naciendo directamente del eje. Es decir, buscamos un árbol de forma cónica. Pero plantamos en suelos volcánicos con 10% de materia orgánica, con portainjerto de Castanea sativa (castaño europeo) y con variedades de marrones italianos, todo lo cuál genera un vigor excesivo que dificulta la mantención del equilibrio madera/fruta.
Pero con las prácticas agronómicas adecuadas estos problemas se han superado y ya hay en nuestro país una cantidad importante de hectáreas de muy alta producción con este sistema.