Por Pedro Halçartégaray, asesor y viverista de castaños
El castaño en Chile tiene hasta hoy una situación privilegiada comparado con el resto del mundo. No tenemos ninguna de las plagas ni enfermedades que complican este cultivo en el hemisferio norte por lo que es un cultivo que no necesita por ahora ningún agroquímico, salvo alguna fertilización mínima en ciertos casos.
Sin embargo, tiene una alta sensibilidad a la asfixia radicular, la que produce un daño fisiológico grave cuando no se planta en las condiciones correctas de suelo. Cuando unas pocas raíces profundas quedan algunos días en condición de suelo saturado y por lo tanto, falto de oxígeno se produce el problema llamado “Piel de Sapo”, Bubble Bark o Sour Sap. Esto produce la muerte del xilema de la parte aérea, pero muchas veces la raíz sobrevive y vuelve a brotar desde el cuello, originando sierpes vigorosas en la base del árbol.
Por esa razón es que antes de plantar debemos asegurarnos de que tenemos un subsuelo con buena velocidad de infiltración del agua en al menos los primeros 2 metros de profundidad, ya que el castaño de semilla usado como portainjerto va a llegar sin dificultad a esa profundidad si el suelo lo permite. En general, se recomienda plantar en suelos trumaos o franco arenosos que tienen buena velocidad de infiltración, pero lo más importante es lo que hay más abajo. Muchas veces los suelos trumaos o los suelos aluviales descansan sobre perfiles impermeables, como arcilla o tosca y si esto ocurre en los primeros 2 metros, y además tenemos poca pendiente, el agua de las lluvias va a demorar varios días en evacuar y podría generar asfixia.
Por eso se recomienda plantar en lomajes con pendiente y con eso se logra evitar en gran parte el problema. Pero en suelos planos y en años lluviosos como 2023 puede haber problemas serios.
Para conocer el comportamiento de la infiltración en esas condiciones se debe poder monitorear las napas freáticas. Eso se logra fácilmente con la instalación de piezómetros en los lugares donde podría haber problemas. Esto se puede hacer en forma simple con materiales que están al alcance de cualquiera.
Básicamente se trata de tener tuberías verticales enterradas hasta 2 metros de profundidad donde se puede poner un flotador con una vara graduada. Si sube el nivel de agua, esta vara sube marcando la profundidad de la napa. Usamos una tubería de PVC sanitario gris de 75 mm. de diámetro y de 3 metros de largo, quedando 2 metros bajo tierra y 1 metro sobre la superficie. Los primeros 50 cm. de la base deben ir perforados y forrados con geotextil para evitar la entrada de tierra. Como flotador usamos una botella desechable de 500 cc. y como vara un tramo de 3 metros de Conduit de 20 mm. La vara se gradúa cada 10 cm. y la lectura se efectúa en el borde superior del tubo de PVC. Esta medida incluye el 1 metro que está sobre la superficie por lo que hay que restar 1 metro a la lectura. Esto último, es sólo por comodidad, para no tener que agacharse a leer a nivel de suelo.
Se debe acompañar esto con las lecturas de un pluviómetro para ver cómo se comporta el suelo según la pluviometría. Los piezómetros se miden con una frecuencia estable, normalmente un día fijo a la semana.
Con esto se logra conocer el comportamiento de la infiltración en cada sector del campo, relacionarlo con los mm. de lluvia, saber cuánto tiempo demora la napa en bajar, etc. Se debe numerar y marcar cada piezómetro en el mapa del campo para establecer las zonas críticas.
Colocaré algunos ejemplos de un huerto en la comuna de El Carmen para mayor comprensión. En este caso, en un sector de suelo plano con 1,5 a 1,8 metros de suelo trumao descansando sobre arcilla. La parte con lomaje solo tiene 1 sector crítico pero la parte plana tiene muchos más.